Es curioso que la anterior entrada del blog fuera sobre el libro de la aventurera inglesa Lady Warren en el que describe su viaje en moto con sidecar por el norte de África en 1921. La causalidad ha querido que estos meses en Tarifa haya forjado amistad con un matrimonio holandés-ruso, Josep-Veronika, con quienes he compartido horas de diversión e infinitas charlas sobre nuestras respectivas vidas y propósitos. Y resulta que además compartimos el entusiasmo por las motos, por lo que estamos planeando una aventura que como en el libro de Lady Warren, también tiene de protagonista una (o varias) moto con sidecar.
Pero la idea de hacer un viaje en moto con sidecar, en un hierro viejo, en una cafetera, me sigue cautivando. Desde luego es más rápido, cómodo y fiable viajar en una moderna BMW de ésas que lleva todo el mundo (aunque yo preferiría una KTM)
Pero ya que estamos en una era en la que el coche de Google me permite ver sitios que antes ni sabía que existían y en la que una parte del misterio de viajar se ha perdido por la cantidad de información que tenemos al alcance de la mano, un aliciente más es viajar en un trasto poco fiable que te obligue a meterte en problemas, a buscar soluciones y a necesitar la ayuda de los desconocidos, que como siempre, acaba trayendo algunas de las experiencias más interesantes cuando viajas por el mundo.
Hace ya años que Ángel y Juanma me contaron su viaje de 1995. Habían volado a India, compraron unas Royal Enfield, y enfilaron de vuelta a casa a lomos de sus recién estrenadas motos.
Lo mejor de escucharles contar la historia es poder hacerlo a menos de un metro de aquellas Royal Enfield, puesto que aún las conservan, y siguen en el mismo impecable estado que cuando 20 años atrás llegaron a casa, con sus maletas metálicas, sus pegatinas, y sus matrículas indias.
Siempre he querido hacer ese viaje, y de esa manera, pero los tiempos han cambiado y hace ya tiempo que es muy difícil comprar una moto en India y salir por la puerta grande de la frontera de Wagah, entre India y Pakistán, camino a Europa. Problemas burocráticos, intereses económicos.
La primera idea, aún en bruto y sin pulir puesto que surgió hace menos de una semana, es volar a Rusia, comprar las motos, y volver por tierra. Poco importa que luego no pueda matricularla aquí, que no cumpla con las estúpidas normas que cambian cada seis meses, o como suelen decirme 'luego no podrás usar la moto aquí y se morirá de risa en el garaje'.
¿Sí? Pues es que no me importa, lo que importa es el viaje, la ilusión de hacer algo que te apasione, y que después de conseguirlo surjan nuevos proyectos. Así que aquí estoy de nuevo, recuperando un viejo sueño, que la vida pasa y son 2 días, y los sueños están para perseguirlos.
Hay miles como éstas a la venta en toda Rusia, alguna caerá:
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